El concepto de la factura electrónica no es nuevo, pero podemos decir que en estos últimos años es cuando más relevancia está adquiriendo. En especial en este último año, ya que la digitalización de las empresas está en auge. La crisis ocasionada por el COVID-19 ha hecho que la carrera de las empresas por mantenerse en el mercado busque nuevas formas de relacionarse, economizar procesos y ganar tiempo. Por esto mismo, la factura electrónica se convierte en un elemento clave a la hora de garantizar procesos seguros y económicos.
En el Estudio Comparativo del uso de la Factura Electrónica en España, realizado por SERES, podemos observar que, en 2019, el volumen de facturas total tramitadas entre empresas en España fue de 171.773.817; mientras que, en 2020, el volumen total asciende a 202.504.153, un 17,89% más que el año anterior.
Esto supone un ahorro en los gastos de gestión. Así, podemos decir que, en 2020, la recepción de facturas alcanzó una cifra de 1.002.395.557, y en emisión 569.036.670, lo que supone un ahorro de 1.571.432.227 de euros.
En cuanto a ahorros de tiempo, podemos decir que, en 2020, en horas de recepción se ahorraron 737.212, y en emisión 11.089, sumando esto un total de 433 años laborables de ahorro. 65 años más que en 2019.
La reducción del impacto medioambiental también supone un dato significativo ya que el ahorro de papel es considerable. De esta forma, en 2020, este ahorro supondría un total de 11.296 pinos menos cortados.
Por otra parte, el coste medio por la emisión de una factura en papel es de 7,22 euros, mientras que en formato electrónico es de 2,27 euros. Si hablamos de emisión, el coste medio por factura es de 4,46 euros en papel, y de 1,64 electrónica.
La factura electrónica supone un gran ahorro en multitud de procesos empresariales: